4.1 El olor de la traición.
"La levedad de mi alma es tan ligera y capaz de volar fuera de mi cuerpo para escapar de esta realidad"
Van varias noches que Teresa percibe el olor de sexo de otra mujer en el cabello de Tomás, sentía el peso de responsabilidad por tenerlo de vuelta en Praga al haberla perseguido, se sentía reprimida y silenciada, sin fuerzas de afrontarlo a la cara.
Para ocuparse de su vida pidió trabajo en el bar de un hotel, preparaba los tragos y secretamente disfrutaba de la atención que le daban los hombres borrachos, la coquetería de la que había carecido hace tiempo, esa sensación de portar con un cuerpo deseado por el otro sexo. Mientras que con Tomás deseaba separar el alma de su cuerpo rechazado y quedarse unido a su alma amando la naturaleza de la persona sin involucrar lo físico, en el bar solo quería que su cuerpo intentara hacer lo que Tomás; engañar. Había identificado a un alto y guapo que la defendía de hombres que se aprovechaban de las sustancias que tomaban.
Con el tiempo la locura invadía la cabeza de Teresa, todo tomaba un rumbo sin sentido del ser, parece que Tomás ya percibía esto desde hace tiempo y le preparó algo lindo…
Caminaron por el parque como hace tiempo no hacían, le dijo “encontrarás tu respuesta al subir esa colina de Petrin Teresa, toda la inquietud de tu insatisfacción cesará” al llegar a la colina era un grupo de hombres, dos de ellos encargados de asesinar a los deseosos de la muerte, vio morir a algunos y cuando era su turno, dijo “discúlpenme, esta no es mi voluntad".
No podía creerlo, Tomás la había mandado a su propia muerte, mientras regresaba esperaba con toda su alma no encontrárselo, solo quería llegar y acomodarse para visitar al alto y guapo del bar, era el momento de engañar y traicionar.
No contaba con que al llegar, sus ganas de traicionar se desvanecieron y realmente tenía la fuerza para traicionar después de lo que había pasado, pero el hombre se abalanzó a su cuerpo y ella con un cuerpo indispuesto, luchó y gritó... pero ya estaba encima de ella.
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